Descubrí que con los años olvidaría los labios que mecieron mi pelo,
que ya no habrían círculos concéntricos que iban a acabar en dialécticos,
que una traición o una mentira no borrarían jamás un sentimiento auténtico.
Descubrí que nunca dejaría de volver a empezar
y que da igual si la ofensa fue ínfima, mediana o terrible
si el que la recibe no está dispuesto simplemente a perdonar.
Descubrí que da igual que mires al primer escalón
ni que bajes toda la escalera de golpe y quieras estallar.
No se llega antes ni se aprende mucho ni un dulce e indefenso pájaro de otoño
será la que no te haga daño jamás.
La vida ni es sorpresa ni es esquema, ni siempre sube ni nunca va a bajar.
Ni buscando el equilibrio uno encuentra el pranayama
Ni encontrando la paz uno dejará de llorar.
La única verdad del ser humano es el amor,
el puente que nos lleva a sentirnos vivos y acompañados,
la auténtica veritas que traspasa fronteras
y sobrepasa a la luz, la odiosa a veces y rasgadora esencia de la vida
que hace sencillo lo imposible
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