Debo decir que aunque no este inspirada
podría enseñarte un mundo bipolar
que palpita al mismo tiempo que
arde paradójicamente en un infierno
donde la oscuridad enseña y no transige.
Puedo decir y debo, que navegué por esas aguas
insípidas y muertas de tristeza
hasta llegar al fin de las emociones,
del sinsentido, de la no necesidad de supervivencia.
Y he que confesar que fui fuerte,
que aguanté el palo anímico en ocasiones
enfermizo traspasando la línea varias veces
de un lado a otro,
a veces ingrávida, otras triste
arremolinada en el pozo y la indiferencia ajena.
Ya no me indigna que casi nadie
me regalara un pañuelo de esperanza.
¿Socialmente debería de haber
tenido un tumor para ser apoyada
o tal vez algún síndrome extraño que
vendiera fotos y fotos de mi
en una postura patética de querer
defender mi dignidad haciendo
solo un click?
¿Qué ha quedado debajo de
las mil capas de mi Ave
Fénix particular?
¿Tengo que decir acaso que son
salvables las caricias, los recuerdos,
los papeles llenos de besos y
buenas intenciones, los ojos que
te miran y solo te desean un buen
final del cuento?
Y ahora voy a decirlo, sea como sea
tenía que decirlo no como necesidad
imperiosa pero si como una declaración
de derechos e invenciones.
Yo me he muerto varias veces,
he bajado y he subido a los avernos,
donde algunas almas aún se hacen preguntas.
Yo no me las hice y volví,
y ahora aquí me las hago, no lo niego.
Y sigo en pie como esas personitas
que pasan tanta hambre y que ya ni se
ven, y como ellas ya ni si quiera trato
de entender porque la vida
es tan injusta
o sus gentes,
o las circunstancias.
Simplemente he vuelto.
El infierno fue algo aburrido para mi,
y mi sensibilidad que roza el delirio
me impulso directa hacia el cielo.
Y la dignidad y el respeto hacia mi
me impiden explicarte porque eres
tan imbécil y tan hipócrita de decir
que respetas a los enfermos.
Lo tenía que decir.
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