CERCOS DE MI SALIVA NOCTURNA

Soy melancólica, agnóstica, probablemente escéptica.

Creo en los poetas que no escriben.
En aquellos sucios valles de la tristeza.
En la polaridad del amor, tan repugnante y limpia a la vez.
Los designios lívidos me aclaman, es cierto.
Y me siento sola, a veces llena de mí y mi soledad.
También lloro, ¿porque no?
Es una situación aceptada por mi,
una condición obligatoria que me ha encargado mi cuerpo o mi inconsciente.
Yo misma quiero hacerlo cuando estoy despierta, incluso serena.
Aunque las lágrimas sean sin sentido.
Aunque ya no quede nada por lo que llorar y quede todo.

Me enciendo en la cama,
en ese lecho que me ha dormido tantas veces,
en ese que ya tiene mis marcas y los cercos de mi saliva nocturna.

Podría justificarlo diciendo que me acuerdo de él,
pero son tantos ´”él” ,
que ya no puedo imaginar como he deseado a alguno de ellos.



Uno a uno, todos pasaron por mis sueños
Uno a uno, todos probaron algún manjar de mi cuerpo.

A veces he amado intensamente,
otras he querido en una línea sencilla y vulgar de sentimientos.
Les he robado amargos besos, risas burlonas
incluso falsos contenidos teatrales.
Ni si quiera puedo afirmar cual fue la mirada mas penetrante
o el oído mas atento.
Eso ya no importa.

Soy dulce, a veces.
Mi dulzura es sencilla, sincera.
Y no porque sea mía o porque parezca infantil.
Sino porque no pide nada a cambio y tampoco se deja llevar.
Era, es y no sé si será, algo mío, muy mío.
Así como mi sensibilidad hermana de mi frialdad
que aparecen y desaparecen sin que yo apenas me de cuenta.

Creo en los duendes de mis sueños
y sé que son sueños.
Creo en las risas de mi llantos, son patéticas, histéricas.
Soy un misterio mas para mi que para la inocencia que reflejo.
Mis palabras no son versos,
ni mis frases un poema
ni mis cuentos un libro.
Soy una vida mas o una menos.
Mi ironía no es inédita ni mi sarcasmo algo nuevo.
No quiero ser de nadie ni perderme en el intento.
Hoy mi optimismo no abunda, y mis ideas,
paradójicas o de relleno,
serán buenas solo para el que quiera que sean buenas.

Y esto, esto de ver la enfermedad ajena como un propio sufrimiento
hace que la pena me invada,
hace que las estrellas de la vida
iluminen la oscuridad del dolor y del invierno.
Mas no esperes que la luz del todo desaparezca.
No esperes que mi corazón se hunda en el tormento.
Púes en la noche mas triste de todas
donde los recuerdos mueren naciendo,
hay un gran corazón que canta a la libertad,
una gran sonrisa que sigue latiendo.